Hoy en la biblioteca hay mucha expectación. Darío hablará de Dorotea a sus hijos.
Deberíais verlo, está tan nervioso como un chiquillo. Se ha puesto su mejor traje y parece un pincel.
Los otros ancianos han venido para darle apoyo moral; por lo visto le asusta la perspectiva de contárselo a sus hijos. Cree que tal vez no entiendan esa relación.
¡Tonterías! ¿Cómo no van a hacerlo? Solo tienen que fijarse en lo feliz que está su padre. El amor le ha rejuvenecido.
Y Dorotea es una mujer encantadora. Les caerá bien.
Definitivamente, estarán encantados con la situación. ¡Ya veréis!
Algunos libros, sobre todo los de leyes, no lo tienen tan claro. ¡Qué sabrán esos del amor! Dicen que soy un iluso. Demasiado romántico para la vida real.
¡Ah, acaban de entrar!
El hijo es una versión más joven de Darío, pero se le ve estresado; lleva una Blackberry de la mano y de vez en cuando la mira por si le ha llegado un mensaje.
¡Anda! A la hija ya la conocía. Es una lectora de novela romántica que se divorció hace unos meses. Se la ve cansada.
Se han abrazado y ahora se marchan; parece que tienen prisa. Los otros ancianos comentan que hablaran en una cafetería cerca de aquí.
¡Ojalá no tarden mucho en regresar! Me deshojo de impaciencia por saber qué tal ha ido todo.
Ya os contaré…
Todos los derechos reservados©