Hace tiempo que no os contaba nada. Espero que me perdonéis por haber sido tan desconsiderado.
Aquí, en la biblioteca, todo ha sido un caos. El expurgo ha durado más de lo esperado y, pese a saber que no seríamos destruidos —en el caso de ser elegidos para tan funesto fin—, hemos estado un tanto alborotados.
¿Cómo no estarlo? Poneos en mi lugar.
Pero bueno, no es de eso de lo que os quería hablar.
Con los cursos en marcha, hemos vuelto a la rutina. Los ancianos, que ya no tienen que cuidar de los nietos mientras los padres trabajan, han vuelto por la biblioteca y con ellos las peleas por los diarios.
El otro día oí comentar a una de las bibliotecarias que el recinto era milagroso. Yo también lo había pensado, no creáis.
Sólo hay que observar y vosotros también pensaréis lo mismo.
Os lo cuento:
Todas las mañanas, los ancianos van llegando con su característico arrastrar de pies, a golpe de bastón o de muleta. Un grupo de hombres y mujeres de andar despacio y algo quejumbroso. Pero todo eso cambia al cruzar el arco de seguridad de la entrada. En ese momento, sus pies parecen tener alas, el bastón se convierte en un arma para apartar a los incautos y el gesto de dolor cambia por un gruñido de guerra.
Los cojos, andan sin la ayuda del bastón; los que oyen mal, son capaces de captar hasta el más leve crujido del papel; lo que casi no ven, parecen haber adquirido los poderes de visión de Superman y localizan los periódicos del día en un Santiamén.
Atentos los del Vaticano, ¡es impresionante!
Estalla la guerra del diario. Todo vale con tal de alcanzar los apreciadísimos ejemplares.
Manos nudosas y artríticas, asen con extraordinaria fuerza el papel, en un tira y afloja, hasta que se declaran los vencedores o vencedoras.
Después, cuando los carraspeos de las bibliotecarias los llaman a comportarse con decoro, se establece el orden de los turnos y se hace el silencio.
¿Qué no me creéis? Pues os animo a que visitéis a primera hora cualquier biblioteca pública y luego me contáis.
Seguro que os lleváis una sorpresa.
Hasta pronto.
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12 comentarios:
Me encanta que la biblioteca vuelva a tener vida, y recupere esa rutina placentera con sus visitantes habituales y sus reglas comedidas.
Me gusta la escena, y que pueda visualizarla con tamaña precisión en mi cabeza.
Besos
¡Hola, Jo!
Sí, nos ha dejado durante demasiado tiempo. A ver si de ahora en adelante no se demora tanto en hacernos saber de sus aventuras.
Me alegra que te guste.
Besitos
Vaya¡, nunca lo habia mirado desde ese punto de vista, pero lo has contado de una forma tan divertida que ahora tengo curiosidad. Igual me doy una vueltecilla. Ya se echaban de menos tus entradas, besos.
Gracias, Ana.
He estado bastante liada y he dejado abandonado el blog. Espero ser más constante en lo sucesivo.
Besitos
Madre mía! no sabía yo que las bibliotecas fueran un campo de batalla mañanero :P voy a tener que andar con mucho más cuidado con los ancianitos.
Llevaba mucho tiempo sin dejarme caer por aquí para leer los acontecimientos de la biblioteca; prometo que no volverá a pasar ;)
Besitos!
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http://salon-de-dama.blogspot.com/
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Tranquila, Dama. Yo también llevaba tiempo sin colgar nada.
Pues ahora ya sabes qué se cuece a primera hora en las bibliotecas.
Besitos
Muy bien descrito y totalmente verídico (yo puedo dar fe de ello)ese caos que forman los jubilados en cuanto se abren las puertas de la biblioteca.
Un beso para ese entrañable libro.
¡Gracias, Amber!
Creo que en ese momento se olvidan de todos sus achaques y vuelven a tener la agilidad de otros tiempos.
Besitos
Tienes una cosita en mi blog!
Que alegria Pilar que la biblioteca vuelva abrir sus puertas ¡ cuanto tiempo eh!
Espero que te sigas acordando de mi.
Un beso guapa
Hola, Lynn.
Muchas gracias. Ahora no puedo pasar a verlo. En cuanto tenga un rato, lo miro.
Besitos
Gracias, Anna.
Claro que me acuerdo, lo que ocurre es que estoy liada y apenas tengo tiempo para entrar a bichear por los blogs.
Besitos
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