Día de expurgo

Ahí viene el carro.

Quisiera decir que con un chirrido de ruedas, como en las películas de miedo, pero eso sería mentir y no voy a hacerlo.

Esto es muy doloroso. Tratad de imaginarlo. Nosotros, los libros de la biblioteca, sabemos que tarde o temprano nos tocará, pero intentamos no pensar en ello.

Desde el momento que llegas aquí, empieza la cuenta atrás. Cada vez que te leen, te manosean, te tratan sin cuidado, te llevan a la playa, te mojan…, te van acercando inexorablemente al momento en que en la biblioteca tomaran la decisión de apartarte del fondo y llevarte a...

¡Se me encogen los caracteres de solo pensarlo!

Cuando las vemos llegar, lista en mano, empujando el carro vacío, se hace un silencio sepulcral en las baldas. Todos contenemos el aliento, apretujamos las hojas, nos enderezamos, alisamos nuestras portadas y rezamos a nuestro Señor Gutemberg para que pasen de largo y nos dejen otra temporada en esta casa.

Si hemos tenido suerte y no estamos en su lista, respiramos tranquilos, eso sí, sin dejar de mantenernos firmes, cual soldaditos de plomo en una vitrina.

Desde que estoy aquí he visto pasar ese carro muchas veces. He sido testigo de los gritos agónicos de compañeros que tuvieron menos suerte que yo. Les he visto llorar tinta, mientras las bibliotecarias, ajenas a ese desmesurado sufrimiento, lo tiraban en el carro, ya sin miramientos ni contemplaciones. Al fin y al cabo, su destino era… desaparecer.

¡Sí! Hay que decirlo en alto para que se sepa. ¡Desaparecer!

¿Os habéis preguntado alguna vez, qué sucede con los libros que están obsoletos o muy estropeados?

Pues que los destruyen, los convierten en pulpa de papel y desaparecen.

Mi parte romántica quiere pensar que en realidad no desaparecen del todo y que una parte queda en cada una de las hojas de los libros nuevos.

—¡Uf! Menos mal que han decido dejarlos en una mesa, a la entrada —dice una de las bibliotecarias, aliviada.

—Sí. Seguro que los usuarios se los llevan a su casa —contesta la otra.

—Un destino mejor que terminar en la trituradora.

¡Bien! ¡Por fin una buena noticia!

Puedo sentir como mis compañeros sueltan el aire y respiran mas sosegados. Parece que, después de todo, los elegidos no serán destruidos. ¡Alabado sea Gutemberg!

Hasta otra.

Todos los derechos reservados©

Pilar Cabero - escritora

Pilar Cabero - escritora
Bienvenida amable lectora y también a ti, lector, a mi humilde casa. Elige un sitio para sentarte y ponte lo más cómodo posible. Sí, ese de ahí está bien. Deja las prisas fuera y disfruta del momento. Puedes quitarte los zapatos y arrellanarte en el sofá. Si tienes paciencia y esperas un poco, pondré algo de música para ambientar. Espero que pases un rato agradable y siéntete como en tu casa.

Puedes escribirme en: correo
Gracias por tu visita.

Traductor (Translate)