¡Qué calor!

Nunca pensé que lo diría. Sí, no os lo vais a creer después de pediros en tantas ocasiones que me saquéis de la biblioteca; que me llevéis a vuestras casas para leer cada una de mis páginas.

Sí, lo sé: he sido muy pesado con eso.

Pero ahora, os pido todo lo contrario: ¡Por favor, por favor, dejadme unos días en mi balda!

¿Por qué? Muy sencillo: hace mucho, pero mucho calor. Estoy que me deshago. Mis caracteres se licuan y temo que en cualquier momento terminaré sobre cualquier superficie, convertido en una masa informe de celulosa y tinta. Al menos aquí, hay aire acondicionado y se está muy fresquito.

Los últimos días los he pasado en la playa. ¿Os hacéis una idea de mi sufrimiento?

Entre mis preciadas hojas tengo arena y restos de bronceador factor 50. Algunas páginas están abarquilladas por el agua y mi portada empieza a cuartearse por el sol inclemente, pues a mi lectora se le olvidó ponerme a la sombra.

¡¡¡¡Yo ni quiero ni necesito ponerme moreno!!!!

Siento gritaros, pero es que estoy agobiado por este maltrato.

Esta mañana me han devuelto a mi balda y durante un buen rato no he podido decir nada a mis compañeros. Me he limitado a sacudir mis hojas para librarme de la molesta y abrasiva arena y a refrescarme con la temperatura tan agradable que hay en el recinto.

Por lo que me han contado mis compañeros, debo estar agradecido. He tenido mucha suerte de terminar con algunas heridas superficiales. Uno de la sección de novela negra ha acabado sus días en el reciclaje.

Descanse en paz, el pobrecito.

Un lector lo había metido en la mochila junto a una botella de agua, el chofer del autobús ha tenido que frenar de golpe y… ¿os lo imagináis? Pues eso, se ha roto la botella y el pobre libro ha terminado ahogado sin posibilidad de recuperación.

Comprendo que ha sido un accidente, pero me duele igual.

En fin, no quiero agobiaros aun más en un día de tanto calor.

Sólo un instante para recordaros que si pensáis ir a la playa… no llevéis un libro, a menos que lo vayáis a tratar bien.

Hasta pronto.

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Las portadas otra vez

Ayer las lectoras de romántica de la biblioteca estaban en pie de guerra.

¿El motivo? El de siempre: las portadas.

En los últimos tiempos las editoriales habían dado un giro al estilo de las ilustraciones. Habían desechado las parejas en mayor o menor grado de desnudez para decantarse por paisajes, grabados antiguos, el torso de un hombre, la espalda de una mujer, objetos antiguos, modernos…

En fin, portadas como la mía empezaban a ser ejemplares en peligro de extinción. Casi como el lince ibérico o el lobo.

Os recuerdo que yo luzco una portada como las de antes, es decir: Una pareja abrazada, con el cabello arremolinado, mirándose con pasión. Y no, no es Fabio quién muestra torso musculoso, pero podría haber sido él.

Bueno, pues parece que este mes han regresado las ilustraciones de ese tipo. Debo confesar que no sé si alegrarme o entristecerme por eso.

Os explico: hasta ahora, cada vez éramos menos los libros con este estilo de portada. Empezábamos a ser casi un objeto de coleccionista y las lectoras nos sacaban de la biblioteca con una sonrisa pícara, como si estuvieran haciendo una travesura. ¡Era divertido!

Si las editoriales vuelven a presentar sus obras con parejas en posturas sugerentes, nosotros, los libros del siglo pasado, sólo seremos eso: libros viejos. Ya no destacaremos de los demás y no sentirán ninguna pena por retirarnos cuando nuestro aspecto esté demasiado deteriorado. ¡Qué triste destino! Terminaremos formando parte de esa pasta grisácea con la que hacer papel reciclado. Ay, mis caracteres se estremecen de sólo pensarlo.

Por otro lado siempre he tenido la esperanza de que algún día mi editorial se decidiera a hacerme un traje nuevo, más discreto y elegante que el que llevo puesto desde tantos años atrás…

Así que me encuentro tan dividido como las lectoras que discutían ayer y que no se ponían de acuerdo en si era bueno o malo para el género romántico volver a las antiguas portadas.

Mientras se deciden, por favor: ¡¡¡Llevadme a casa!!! ¡¡¡Peinad mis hojas con cariño!!! Estoy asustado y ya no está Amaia para consolarme.

Ay, parece que se acerca una de las bibliotecarias. A ver si se fija en mí y me acaricia un poco. ¡Sí! Viene hacia aquí.

Lo siento, os tengo que dejar. Lo comprendéis, ¿no?

Hasta otra.

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Pilar Cabero - escritora

Pilar Cabero - escritora
Bienvenida amable lectora y también a ti, lector, a mi humilde casa. Elige un sitio para sentarte y ponte lo más cómodo posible. Sí, ese de ahí está bien. Deja las prisas fuera y disfruta del momento. Puedes quitarte los zapatos y arrellanarte en el sofá. Si tienes paciencia y esperas un poco, pondré algo de música para ambientar. Espero que pases un rato agradable y siéntete como en tu casa.

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